Seguramente hayas notado cómo brillan los ojos de tu hijo cuando observa atentamente algún bichito que encontró en el pasto o cómo sonríe
con toda la cara al descubrir un nuevo sabor. En su vida, la curiosidad no descansa. Cada lugar que visita, cada persona queconoce, cada historia que escucha, cada experiencia es motivo de atención y va conformando su personalidad. Lo que para vos puede resultar poco importante, o incluso repetitivo, para él es trascendente y será parte de su cerebro en permanente construcción, sobre todo aquello que suceda los primeros 1000 días. Así se va a ir escribiendo el libro de su vida, mientras desarrolla habilidades cognitivas, emocionales y sociales que serán su capital en la adultez.
La nutrición holística contempla no solo el alimento, también brindarles oportunidades para que descubran, experimenten, sientan y se expresen. El concepto de “nutrición holística”, que implica una nutrición superior, esto se refiere a mucho mas que los alimentos que ingerimos es además una adecuada estimulación, dos factores determinantes en la primera infancia y colaborar así con el crecimiento y desarrollo integral de nuestros hijos ofreciéndoles lo que verdaderamente necesitan para desplegar todo su potencial
Hacia una nutrición holística en la crianza de tus hijos (El gran pilar)
El gran pilar El sano desarrollo de los niños los primeros tres años ayuda a que logren desplegar su máximo potencial cognitivo, social y
emocional. Nosotros, las mamás y los papás, debemos entender esos primeros años como una gran oportunidad de influir positivamente, ofreciendo tanto estimulación como buena alimentación.
El desarrollo del niño, como el de todos los seres vivos, sigue un orden con leyes precisas. Una crianza es respetuosa y “natural” si acompaña esas leyes “naturales”. Esto significa que, como madres y padres, nos esmeremos en acompañar y guiar, evitando poner obstáculos para el sano desarrollo de nuestro hijo. Aquello que todo niño trae es una “guía interna” que inconscientemente lo dirige a absorber o a ejercitar lo que
verdaderamente necesita para formarse como persona (le atrae la voz humana por encima de otros sonidos, por ejemplo). ¿Cuál es, entonces, nuestro rol en este proceso? Facilitar el “diálogo” del niño con su maestro interior de forma tal que crezca de una manera armoniosa y fiel a su propia esencia.
Mas haya que tenga los ojos de papá o el pelo de mamá o la nariz del abuelo, cada niño es total y absolutamente único, un ser individual que
está lleno de mensajes y con el rompecabezas de una vida entera por armar. Un ser que tendrá la gran tarea de descubrir sus posibilidades y limitaciones mientras aprende a vivir en una familia y dentro de una sociedad. El desafío que enfrentamos como padres y educadores es ayudar a saber quién es ese niño y qué debe hacer para crecer y realizarse mejorando su vida y su entorno. Conocer y confiar en que esa guía interna se irá develando poco a poco frente a nuestros ojos como si fueran las pistas de un mapa nos permitirá disfrutar del camino de desarrollo de un niño integrado y feliz.
“Solo la naturaleza puede dictar el método educativo preciso, que consiste en cubrir las necesidades y las leyes de la vida. Estas leyes
y necesidades debe indicarlas el mismo niño en sus manifestaciones espontáneas y en su desarrollo; en las manifestaciones de su paz y de
su felicidad; en la intensidad de sus esfuerzos y en la constancia de sus elecciones realizadas libremente”.
La mente de los niños es tremendamente activa desde que nacen. Absorben todo lo que los rodea como una esponja y, de hecho, el concepto que mejor expresa esta característica es el de “mente absorbente”, activa y plástica. Cada sonido, color, olor, sabor, textura y movimiento provoca una conexión eléctrica en sus neuronas. Y son esas conexiones las que forman las estructuras mentales permanentes que serán la base de sus habilidades cognitivas, emocionales y sociales.
Conocer, observar, guiar
Así como no podemos apurar una semilla para que brote antes de tiempo, el desarrollo de un niño tampoco se puede forzar, pero definitivamente sí se puede estimular Y para eso, te recomendamos: Conocer las leyes naturales que guían su desarrollo (así podrás estar atento a las oportunidades de promoverlo). Observar cómo estas leyes se manifiestan en cada niño de un modo particular. Recurrir a tu criterio acerca de aquello que podría ser bueno o malo para su persona: apoyarte en tu sentido común al momento de guiar o reorientar sus experiencias (si tira piedritas por el aire, ofrecerle pelotas de trapo). Tené en cuenta que, a medida que crece, no siempre elegirá aquello que sea bueno para él. Por lo tanto, será tu tarea poner límites y aportar discernimiento. ¡Fundamental! Algunos ejemplos: si sabemos que, a través de determinadas experiencias sensoriales como fijar la vista en un objeto en el cerebro del bebé se producen conexiones neuronales claves para su desarrollo cognitivo, podemos hacer algo para que eso suceda, como colgar un móvil sobre su cuna y observar sus
reacciones.
Si vemos que llega el momento en el que el niño empieza a intentar desplazarse por sí mismo y sabemos que eso es fundamental para consolidar el movimiento y para la gradual adquisición de independencia, organicemos un espacio donde pueda gatear confiado y seguro. Si ya aprendió a pararse y su guía interna lo impulsa a treparse sobre la mesa, lo tomarás de la mano y llevarás hacia una escalera o escalón.
No te preocupes, no hace falta realmente ser un experto, se trata más bien de observar con amor, atención, confianza y alegría los intereses que surgen de su propia motivación y de ofrecer oportunidades o motivos de actividad que posibiliten un despliegue armónico e integral de su personalidad.
Nadie conoce a tu hijo más que vos. No dejes tampoco de seguir lo que te dicta el instinto, aquello que vos puedas intuir a partir de observarlo paciente y amorosamente. Si se pasa a tu cama, si necesita seguir un tiempo más con la mamadera, si la adaptación al jardín dura más de lo previsto, no te sobrecargues: hacé un corte momentáneo con todo eso que leíste y dedicate a escucharlo. Es probable que necesite decirte algo más. En todo caso, no dudes de tu capacidad ni de tu innata sabiduría. Incluso en momentos difíciles o malos, probá repetirte: “Lo estás
haciendo bien”. Después de todo, el mayor honor ya lo tenés, y es ser quien mejor conoce a esa pequeño persona
que crece a tu lado.
Hacia una nutrición holística en la crianza de tus hijos (Los primeros 1000 días)
Lo que suceda desde el momento de la concepción hasta los primeros 1000 días establecerá los cimientos de la personalidad de nuestro hijo. Es a los tres años cuando un niño suele tener desarrollada la conciencia de sí y del mundo, pero todo eso venía silenciosamente formándose en su interior. Por eso decimos que la primera infancia es el período más delicado de la vida. Si los adultos podemos ofrecerle una buena guía para su desarrollo, a los tres años nuestro hijo va a ser alguien capaz de expresarse, vestirse, alimentarse, higienizarse, obedecer a quien sabe cómo ofrecerle orientación y hasta colaborar con las actividades del ambiente. Alguien que asoma al mundo lleno de curiosidad y entusiasmo.
Nosotros como padres
Promover experiencias significativas para nuestro hijo es clave. Para esto, no necesariamente hacen falta cosas, juguetes,
juegos, sino, por sobre todo, nuestra comprensión y guía. ¿Qué nos toca hacer cómo padres?
- Conocer las leyes naturales que guían su desarrollo.
- Conocer a nuestro hijo en profundidad: reconocer como las leyes naturales se manifiestan en nuestro hijo en particular.
- Actuar como nexo entre nuestro hijo y el ambiente: invitarlo a conocer y a actuar.
- Poner límites .ser un modelo positivo para nuestros hijos.
- Ofrecer la ayuda justa en el momento preciso.
- Estar atento para ofrecer el ambiente físico, emocional y social que fomente el desarrollo armónico de su personalidad.