¿que les sucede a los niños y a su cerebro cuando les gritamos?

¿Que les sucede a los niños y a su cerebro cuando les gritamos?

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Solemos asociar los gritos como algo negativo para la educación de los niños, pero también en ocasiones puntuales podría ser un útil recurso si sabemos usarlo de la manera correcta y prudente sin excedernos y sabiendo diferenciar en qué situación podría ser un útil recurso y en qué situación no es necesario.

El grito como tal podría tener una utilidad beneficiosa cuando lo usamos con un objetivo correcto. Por ejemplo: si un niño tiene problemas de atención o simplemente tiene su atención puesta en una cosa muy diferente de la que solicitas en un momento puntual al subirle el tono de voz en ese momento podemos lograr que responda de manera más rápida a una directiva específica para ese momento, entonces el grito  dependiendo de que grito, como fue dado y de las características con las que lo usamos  el grito puede tener efectos beneficiosos o efectos perjudiciales, si esto lo hacemos de manera frecuente con una actitud desagradable, despectiva y de enfado esto tendrá efectos muy negativos pero si lo hacemos de manera concreta, detallista, consciente, prudente y responsable tendrá efectos positivos.

Para que los niños respondan bien a los estímulos la información debe pasar por 3 filtros

Lo que debemos tener claro es cómo funciona el cerebro de un niño y para que un niño responda de la manera deseada a los estímulos de su entorno necesita que la información pase por 3 filtros.

Atención selectiva

Es la primera puerta por la que pasa la información, cuando esta puerta es pequeña los niños pueden tener problemas para recibir la información. Si un niño  tiene una atención selectiva normal cualquier estimulo cotidiano como un llamado a hacer algo va a producir una respuesta en su sistema, si un niño tiene problemas de atención o simplemente tiene la atención focalizada en otro tema en esa clase de situaciones puntuales podría ser oportuno emitir un grito o aumentar un poco el tono de voz para aumentar esa atención selectiva o tener un contacto físico podría ser un útil recurso también para que estimule, que pasemos esa primera fase y logremos pasar a la segunda fase que es la fase del procesamiento de la información.

Procesamiento de información

Cuando gritamos constantemente a los niños, podemos transmitirles un exceso de información, lo que podría bloquearlos.

El proceso de información en el cerebro lo podemos asociar como una computadora o un ordenador con poca o mucha memoria RAM que es lo que permite a los ordenadores hacer las cosas con fluidez, entonces un niño con  poca velocidad de procesamiento tiene dificultad de aprendizaje o la atención dispersa ¿cómo enlazamos esto con los gritos? si en una situación puntual les damos un grito o elevamos el tono de voz les abrimos esa atención selectiva y le permitimos que después el niño procese la información que le estamos dando.

En cambio sí les damos gritos de manera constante les estamos transmitiendo grandes cantidades de información a través de esa atención selectiva  pero eso probablemente valla a saturar la capacidad  de procesamiento que el niño tiene, tanto por el límite que el niño pueda tener como por los efectos colaterales que esos gritos pueden tener sobre los niveles de ansiedad, estrés o miedo que también activan otras áreas del cerebro que pueden generar efectos contraproducentes o que  afectan directamente sobre la velocidad de procesamiento del niño.

Mantener la atención

Cuando a los niños les cuesta mantener la atención, necesitan que les recordemos que deben sostener la atención para mantener la atención el tiempo suficiente para acabar lo que estamos haciendo. Ahí el tema del grito no es tan relevante pero si es verdad que en muchas ocasiones los niños tienen problemas para mantener la atención en el tiempo y hay que estar recordándoles o eventualmente subiéndoles el tono de voz para que se mantengan enfocados. Eso se llama atención no sostenida, además los gritos, como los gestiona nuestro cerebro y como nosotros usamos esos estímulos altos para favorecer o en otros casos perjudicar la respuesta del niño es lo que tenemos que conocer para saber cómo utilizar ese recurso de elevar la voz o gritar de manera efectiva.

¿Como afectan los gritos al aprendizaje de los niños?

Todo depende del punto de equilibrio en el que uses los gritos

Alzar el tono de voz puede ayudarnos a reconducir la atención de nuestros hijos, pero no debemos excedernos.

Puedes usar un grito para un estímulo determinado, otra cosa muy distinta es cuando los padres pierden el control de esa situación lo que claramente tiene efectos negativos en nuestros hijos. El grito intenso, muy fuerte, muy brusco o continuando en el tiempo lo que hace es que se activen zonas del cerebro que están relacionadas con el miedo y generan ansiedad y alteran los neurotransmisores implicados como: serotonina, dopamina y demás y eso altera el proceso natural de los 3 mecanismos antes explicados lo que hace que tengan menos capacidad de atención, capacidad de procesamiento etc. por lo que podría generar bloqueos en el niño, un bloqueo en el que si se satura su sistema de procesamiento  el niño se vuelve apático lo que a corto y largo plazo podría tener consecuencias emocionales o repercutir en el autoestima del niño.

¿En qué situaciones los gritos si son efectivos y en cuales no?

  • Llamar la atención del niño cuando por estímulos externos o cuando no consigues que el niño se enfoque o preste atención a una situación puntual, con elevar levemente la voz del tono normal es suficiente para que el niño reconozca ese estimulo como más importante que los demás en ese momento.
  • Cuando quieres que el niño sea capaz de mantener la atención en el tiempo si el niño se dispersa con facilidad y darle ese estimulo inmediato para volver a implicarlo en la actividad que está realizando.

¿Qué necesita el cerebro del niño para aprender?

  • EQUILIBRIO de gritos y estímulos.
  • Motivación: Cuando una actividad nos motiva nos hace sentir bien y nos da ganas de hacer esa actividad, eso genera en nuestro cerebro que suban o no los niveles de dopamina que es la sustancia de nuestro cerebro que regula la sensación de bienestar y placer y eso es lo que nos hace sentir bien y motivados. Cuando hacemos actividades que nos motivan el tiempo se nos pasa más rápido, cuando hacemos actividades que no nos gustan se nos pasa más lento y esto es porque nuestro sistema de función ejecutiva en el cerebro regula en función del nivel de atracción o de interés que nos genera el estímulo externo que estamos recibiendo. De manera que tenemos que conseguir que la actividad que estemos haciendo con el niño le sea de interés.
  • Generar que el niño tenga la menor dificultad posible.

El miedo no ayuda a los niños a aprender porque no sienten ninguna motivación para hacerlo. La ansiedad y el miedo también afectan de manera negativa la función cognitiva de niños y también de adultos.

Debemos tener muy en cuenta que según la edad de cada niño ellos serán capaces de mantener la antención focalizada en una cosa puntual durante un rango de tiempo estandar que puede prolongarse un poco o disminuir según el interés que presente el niño ante eso puntual que tiene que hacer, y a medida que van creciendo ese rango de tiempo aumentará gradualmente, por lo que teniendo en cuenta esto no debemos tener expectativas sobre ellos que no sean capaces de cumplir en ese momento, debemos ayudar a prolongar el tiempo de atención que pueden ofrecer por medio del interés, la curiosidad y la diversión nunca ejerciendo presión ya que eso lleva a la frustración, desmotivación y estrés muy contraproducente para el objetivo que queremos lograr.

Siempre jugando con los tiempos que ellos pueden ofrecer para mantener la atención sostenida en algo puntual según su edad y que a medida que van creciendo ese rango de tiempo aumentará gradualmente por lo que no debemos abusar exigiendo mas de lo que pueden dar, debemos respetar sus tiempos naturalmente e incentivar a prolongarlo por deseo propio no por obligación.

Primer año de vida

Se calcula que a lo largo del primer año de vida la capacidad de concentración de un bebé puede ir creciendo poco a poco hasta lograr mantenerla entre dos y cinco minutos. En esta edad los niños no dejan de observarlo todo y cambiar su foco de atención rápidamente, no pudiendo concentrarse durante más de unos minutos.

Segundo año de vida

En el segundo año de vida los niños siguen desarrollando su capacidad de concentración, prácticamente duplicando el tiempo respecto al año anterior. De este modo, pueden llegar a mantenerla entre cuatro y ocho o incluso diez minutos.

Tercer año de vida

Con tres años de vida, la capacidad de concentración puede llegar a alcanzar el cuarto de hora, siendo común que llegue o supere los diez minutos. Hasta esta edad, la concentración se mantiene prácticamente mientras que el tema a tratar les cause verdadero interés, perdiéndola generalmente ante la presencia de estímulos distractores. La atención voluntaria empezaría a surgir y a entrenarse a partir de los tres o cuatro años.

Cuarto, Quinto y Sexto año de vida

Más o menos a partir de esta edad la capacidad de atención puede llegar a aumentar hasta los veinte minutos. Durante el quinto año de vida la concentración puede mantenerse entre diez y veinticinco minutos aproximadamente. Concentrarse con seis años de edad es posible, concretamente entre doce y treinta minutos debido al mayor desarrollo evolutivo del cerebro.

Séptimo y Octavo año de vida

Los niños con siete años de edad tienen una capacidad de atención y concentración que se estima puede llegar a durar de media entre los doce hasta treinta y cinco minutos. Con ocho años de edad, se ha observado que la mayoría de la población puede focalizar su atención entre dieciséis y cuarenta minutos de tiempo.

Los tiempos antes mencionados hacen referencia a una atención sostenida o concentración continua en un único elemento a lo largo del tiempo. Es importante que los niños se mantengan felices, motivados y siempre en un ambiente calmo y de disfrute sin expectativas demasiado altas ni exposición al estrés.

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